viernes, 14 de octubre de 2011

SI, así vale.

¿QUÉ ES LA ENVIDIA?


Envidia es definición de un tipo de sentimentalismo puramente humano. Una conducta, como tantas otras, que nos define para con el resto según obremos.

Ser envidioso es codiciar lo que posee el otro. Es algo casi innato en el ser humano. Parece que naciésemos pidiendo, necesitando. El descontento por nuestra posición y nuestras posesiones indica con frecuencia una actitud egocéntrica, que lleva a sentimientos intolerantes, rencorosos o, incluso, malignos, hacia un rival real o imaginario. Podemos codiciar el éxito, la personalidad, las posesiones materiales, el atractivo físico o la posición de otra persona. Luego, para compensar un yo frustrado, hacemos observaciones poco amables o destructivas y nos sumergimos en la autocompasión, la ira, la amargura y la depresión. La envidia es tanto un proceso psicológico como cultural.

Culturalmente hablando, es un pecado que ha venido creciendo con la humanidad durante siglos. Una forma más para controlar el miedo y para agrupar en grandes masas a gente no pecadora, no envidiosa. Este pecado de carácter religioso ha tenido gran peso en lo que hoy es reflejo de todo aquello. La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo (Ver Sb 2, 24). Pero si hablamos de herencia cultural, cabe mencionar al menos la relevancia que tiene el proceso de competencia y triunfo que hoy nos persigue desde que nacemos. Es bien cierto que nos solemos prometer a lo largo de la vida ser mejor que los demás en algún aspecto, de tal manera que cerramos el círculo manteniendo y procurando que ese sentimiento envidioso instaurado socialmente y sufragado por la vida cotidiana, perdure. Además, se convierte en motivo personal de superación, se transforma en una insana rivalidad codiciosa.

Sentir envidia es algo indigno y a la vez humano, pues nos esclaviza en cierta manera ya que nuestro propio bienestar lo traen consigo otras personas. Alguien envidioso, podría ser también caprichoso o egoísta, y en esta línea, dependerá aún más, si cabe, del efecto que esos sentimientos jueguen en él. En general, los sentimientos generan un influjo realmente poderoso en el individuo. Supondría cierto grado de osadía asegurar que los sentimientos nos condicionan y nos relegan a una inferioridad causal, pero son tan comunes y necesarios para el hombre social del S.XXI como pueda ser comer, con la bien resaltada diferencia que explica Miguel de Unamuno (1864-1936): '' La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.''

El ser humano puede envidiarlo absolutamente todo. Puede sentir celos de las aves que vuelan o puede envidiar tanto la vida como la muerte. No hay que olvidar que nos conforma una ''imperfección relativista'', somos un pozo de capacidad infinita para muchas cosas. Incompletos pero con ansias de completarnos. Siempre queremos tener, conocer o sentir más. Es casi una rivalidad personal y genera división a nivel grupal. Sin embargo, creo que la cuestión no es exclusivamente envidiosa. Hay demasiados sentimientos que, al igual que el de la envidia, nos limitan, condicionan y alteran, y muy pocos sentimientos que nos liberen. Es curioso entender que dependamos tanto de todos ellos y que siempre el círculo que los relaciona con lo que necesitamos, esté bien cerrado para hacernos la tarea algo más complicada.



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