jueves, 6 de octubre de 2011

A thousand thoughts

Los jirones del tiempo en la ropa eran un vicio...
En este mundo raro donde las preguntas prohibidas no encuentran maestro. Donde tener las cosas claras implica que haya luz, únicamente, para percibirlas, ignorar es hermoso, no inocente. Pero no quiero volver.
Quería aire para hacer parecer esto algo más normal; quería respirar, por una vez. Y como ayer, nadie que cante esta noche para mí... Si me voy, que sea para terminar perdiéndome.
Me empezó a gustar compartir el calendario con el rencor. Triste realidad.
Si tenía mil historias, es porque olvidé olvidarlas. Sabía que esa forma de ser sólo me traería problemas. Lo sospechaba. Oculté el alma, tanto como la realidad. Yo no quiero ser así.

Tres de cada cuatro poesías me repetían que el tiempo se detuvo. Dos canciones me confirmaron el recuerdo. No seré cuanto fui, aunque lo intentaré por la ineficaz advertencia. Vámonos, por si acaso. Ahora que los días de Enero son veranos envenenados, este mundo raro se hacía evidente, no equitativo, y así entendí que nunca es tan triste la verdad, lo que no tiene nunca es remedio.
Si el delincuente sueño te asalta, déjate.

Si tenía mil historias, es porque olvidé olvidarlas. Sabía que esa forma de ser sólo me traería problemas. Lo sospechaba. Oculté el alma, tanto como la realidad. Yo no quiero ser así.

Ahora que lo tengo todo, siento las ruinas de las prioridades. Y pensé en irme, no tener qué ver, no enredarme en mi vida. Pero me quedé a bailar con la mala suerte, con lo increíble que puede ser la verdad. Pensé en esperarte, también.

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