lunes, 14 de noviembre de 2011

Así, así...

Otra vez nos encontramos con algo que, sin duda, tiene una base sólida cultural. Naturalmente hablando, nos han arrebatado hasta ese primer instinto que es el de perpetuar la raza.
No es fácil tener hijos, cuidarlos, mantenerlos y educarlos. Peor aún en el mundo en que vivimos, ya que no es sólo el padre/madre quien tiene que ocuparse de la criatura, sino que depende, a su vez, de que otros puedan ocuparse también del pequeño. Colegios, escuelas infantiles, guarderías, cuidadores... el tiempo para criar a un hijo, se ha ido viendo modificado por las diferentes épocas y conceptos de la infancia que se han ido teniendo.
A esa 'sobreprotección' actual del nuevo individuo han contribuido, sin duda, factores como la jornada de trabajo, la inclusión de la madre en el mundo laboral, la dificultad para obtener dinero y el alto precio de las cosas.
Sin embargo, no es el tema de los hijos el que viene preocupándome hoy. El ser humano se diferencia, entre otras cosas, de los animales y del resto de especies, en que siente -o debiera sentir- placer perpetuando la especie. Hay estudios que aseguran que los animales "hacen de todo, mejor y más que los humanos". El ansia de sobrevivir está grabada a fuego en todos los seres vivos y genera unas leyes inquebrantables.
Por otra parte, estas leyes (instintos) que entre otros individuos funcionan, en nuestra raza se han ido doblegando, y han sido casi borradas de nuestra conducta habitual. Hasta hace bien poco en este país, no estaba bien visto que dos personas emparejadas mostrasen su amor en público, incluso llegando al punto de no poder besarse por pudor, de no mantener relaciones de carácter sexual hasta el matrimonio, etc.
Quiero decir, que la cultura humana ha pasado por encima de nuestras historia antropológica. Las modas, las creencias y los dogmas se han apoderado de nuestro cuerpo, y también de nuestras mentes. Nos controlamos entre nosotros. Sabemos que hay cosas que se pueden hacer y otras que no, sin que haya nadie tras nosotros. No sólo me refiero al sexo, llegados a este punto, podría afirmar que somos la especie de este planeta más antinatural, hablando causísticamente.

Quizá debiéramos dejarnos llevar un poco más por eso que a veces sentimos. Quizá no sea tan malo decir lo que se siente a pesar de vivir en una sociedad que prohibe ciertos sentimientos, por eso, quizá ser sinceros, cabezotas, obstinados y firmes en cuando a sentimientos/necesidades se refiere, no debiera ser tan malo.
Al fin y al cabo, somos conscientes del daño que han causado ciertas leyes como las impuestas por la religión, que no ha sido más que el primer estado totalitario centralizado, cuyas leyes quedaban recogidas en un libro y a la que se sufraga y financia desde tiempos inmemoriales. La religión ha logrado hacer del sexo un tabú, y, por muy liberales que creamos ser, no estamos respondiendo a las demandas fisiológicas de nuestro cuerpo,en parte, por culpa de todo ese tiempo creyendo las historias para no dormir que suponen las religiones. (sin ofender, es un juicio propio.)
Podría sonar machista, pero el elevado número de hombres en el mundo podría indicar que el sexo masculino -como en otras especies- está hecho para diseminar y repartir su ADN a mayor número de hembras.
No voy a entrar en el tema del placer. Pero si es cierto que es un sentimiento o un acto que reporta placer, ¿por qué ha de ser controlado? ¿No estamos aquí para ser felices? Creo que si un ser humano siente la necesidad de tener sexo, debería ser capaz de entenderlo y comunicarlo. El sexo está, como todo, mal concebido.
Poder aportar placer, saber cómo recibirlo, expresarlo a otra persona, entenderse en ese punto en que dos y dos son uno sólo, no puede ser algo más natural y más normal.
Nos debemos a la Tierra, y estamos aquí para servirla. Nos ha dado la oportunidad de vivir, con todo lo que conlleva. Hace siglos, el sexo se concebía de una forma muy diferente a la actual: el hombre buscaba ante todo procurar placer a la mujer y ésta a él. La respuesta que obtenían de haberlo hecho correctamente, era el fruto de una nueva alma. La Tierra bendecía a quienes se entregaban a ella. Nunca nadie nos contó que podía ser probable que nos hayan arrojado aquí no para trabajar y tener casas, sino para gozar con cada una de las maravillas que nos ofrece la naturaleza. No para estudiarlas, entenderlas y elaborar leyes. Las leyes ya estaban puestas cuando llegamos. Quizá sólo estemos para disfrutar de ellas y con ellas.




1 comentario:

  1. Vaya mes que me llevas... ¿Quieres ponerte a estudiar y dejar esto para cuando tengas el trabajo estable y no sepas que hacer con tanta estabilidad?. Je je je. y eso de que hace siglos el hombre y la mujer... bueno. Ya harás una referencia más exacta de esa época que desconocía.

    A estudiar.

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