miércoles, 14 de diciembre de 2011

Precipitado.

Tengo un poco de todo. Si hubiera una lista de elementos a disponer, creo que los abarcaría, de una u otra manera, todos.
¿Y entonces? ¿De dónde proviene ese zumbido que me habla y me dice que las cosas no van ni bien, ni mal? Solamente van...
¿Por qué teniéndolo todo dispuesto, no estoy logrando el fin? ¿Dónde está el error?
Puede ser que saber no sea la respuesta esta vez. Puede incluso, que esta vez, quien más sabe menos sabe, y viceversa. Normalmente, quien sabe obtiene, por el hecho mismo de saber, cierta ventaja o poder sobre aquél que desconoce, no sabe , y por tanto, no es. Esta vez voy a elegir no ser.

Yo (el ego como teoría principal intrínsecamente unida al pensar, que se define como acto 'natural' de la persona) conozco la realidad exclusivamente como se me muestra. La realidad de mi hoy es diferente a la de mi ayer, y será diferente a mi mañana. Sin embargo, y a la vez, mi hoy, mi ayer y mi mañana, no son tan míos, en tanto que los tiempos de cualquier otro individuo suponen diferentes puntos de vista (relativismo absoluto).
Lo bueno, lo malo, lo divertido y lo rutinario, incluso el matiz que ofrecen los colores expuestos al ojo humano, no son más que percepciones, las cuales varían según quién percibe. Sentimos y experimentamos las percepciones de diferente manera y por ello es que a veces, usamos el mismo concepto alterado por nuestra propia sensación. Por lo que la lengua no es más que un impedimento, una ''barrera anti-libertaria''.
Somos humanos. Probablemente limitados. Todo lo que rodea a esos, nuestros sentidos, lo que además, nos envuelve, nos determina. Y no es más que una burbuja maravillosa que nos ha alejado durante toda nuestra evolución de aquello que verdaderamente somos. Es posible que haya sido impuesta precisamente para alejarnos de lo que en verdad suponemos. Pesamos y nos expresamos en un marco que viene siendo el mismo desde hace siglos, milenios, tal vez. Y en realidad ¿qué sabemos?

Ni por qué, ni para qué estamos hoy aquí; sin hablar de la percepción temporal y el desconcierto que implica: ¿por qué/para qué estuve ayer/estaré mañana?¿Por qué hice aquello o para qué hacer tal cosa? Nos corroe la duda del tiempo por la sencilla razón de que no somos capaces de concebirlo tal y como nos empeñamos en medirlo.
La teoría del quizá suple al azar puramente definido, en lo que se refiere a la incapacidad humana para aclarar la duda entre lo que sucede espontánea y azarosamente, y lo que viene pautado, delimitado y escrito en nuestro destino (Determinismo causal, no casual). Mostrarse estoico ante esta postura, puede que conllevase una comprensión mucho más amplia y certera de la realidad, como ya vaticinó Platón.
Ni de dónde, ni hacia dónde. Una eternidad intentando solventar las mismas dudas y ni siquiera sabemos aún cómo se concibe la vida plenamente dicha: en qué momento somos seres únicos, vivos y humanos.
Miles de misterios, de por qués sin solución. Un mundo raro. Patas arriba. Un escenario deformado y seguramente, premeditado, en el que es imposible (por condición y acondicionamiento, aunque también por definición) ser feliz.
¿Nacemos o nos hacemos? ¿Venimos o vamos? ¿Para qué mentir o ser fiel?¿De verdad estamos para ser felices? ¿Por qué ser como el resto? ¿Cuándo la Verdad será mostrada? ¿Es que quizá no estamos hechos para entenderla? ¿Es que es tan evidente que no la vemos?
Y puede que el ingrediente clave sea sólo dejarse llevar. Medrar. Caminar mano a a mano con la vida, lo natural que es, al fin y al cabo, una verdad Universal que nos rige -queramos, o no-.
¿Entonces? Preocuparme en entender por qué no soy feliz sólo debiera suponer un quebradero mínimo. Y hoy le doy más vueltas. Mañana, incluso más.
Falta algo. Pero lo tengo todo delante. Yo tengo la verdad. Y de igual manera, cada cual la suya en su interior. Nadie puede arrebatar lo que se tiene por el hecho de ser. Pero no sé usarlo. En la escuela no enseñaron cómo y la vida se empeña en hacerlo inalcanzable. Pero está cerca. Todo está por aquí... dentro...

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