jueves, 26 de enero de 2012

Ego cogito, ergo sum

Todo tiene un sentido biológico. Nacemos predispuestos a vivir o tener ciertas situaciones que nos identificarán en el resto de la vida. Por decirlo de alguna manera, son programas que nos definen y marcan. No es un destino, propiamente dicho, es un devenir necesario y constante, al que estamos expuestos día a día. El mundo de la vigilia es una carrera por enriquecerse constantemente de momentos y circunstancias tan variadas, dramáticas o curiosas como nosotros queramos entenderlas.
Hoy quisiera compartir otra de tantas reflexiones. Como todas, empezará y terminará resultando reiterativa para al concluir, no quedar nada en claro. No suelo poder rematar las conclusiones, porque son tan abiertas como mi día: cargado de la infinidad de combinaciones y causas, posibles de analizar, pero no de confirmar. Al ''elegir'' (ya me di cuenta de que no es el mejor término, atraer me gusta más) ciertas opciones a lo largo de nuestra vida, podemos tratar de predecir las consecuencias relativamente directas que supone dicha elección, sin embargo, en el 99% de las ocasiones, quedamos a merced de ese devenir. No sabemos muy bien lo que acarrea nuestra percepción del día a día.


Sabemos que el mundo en el que vivimos hoy no se parece en nada al que desearíamos tener (individualmente, cada uno de nosotros). Puedes preguntar por la calle cuáles son los motivos de enfado, desconcierto, amor, soledad... y cada persona que responda, tendrá una visión totalmente subjetiva de la realidad. El motivo más directo sería pensar que somos nosotros quienes la creamos.
Recordemos que antes de nacer (no se sabe muy bien cómo) la materia adquiere vida, alma, consciencia. Esta eteriedad proviene de otro plano, del cual desconectamos al pasar a dar vida a lo inerte. Un cuerpo no funciona sin un alma que lo habite.

Es curioso pensar que es durante el sueño cuando nos volvemos a acercar a ese plano donde lo etéreo (el alma) toma el control sin necesidad del cuerpo. ¿Y al fallecer? sucede algo similar, y regresamos allí de donde provenimos. Tendríamos que pensar entonces ¿cuál de los planos de existencia es más real? ¿en cuál pasamos más tiempo? Como la respuesta es evidente, tenemos entonces que reflexionar sobre ella.

Solemos olvidar aquel otro plano de vida que resulta más real que el físico, ya que hemos dejado claro que en este plano físico, la realidad es subjetiva de cambio, depende de mi perpeción y de quien la perciba. Esto es precisamente lo que pretende demostrar la física cuántica.
Debemos reaccionar y abrir los ojos a una realidad que, porque no la terminamos de percibir conscientemente desde nuestro mundo 'normal', no deja de existir, de manifestarse y de
actuar influyendo nuestro mundo material. Todo esto son conjeturas de una mente inquieta, nada absoluto, por supuesto.



Mañana: Las reglas del Inconsciente.

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